jueves, 17 de marzo de 2011

MUJER O NIÑA DE OJOS TIERNOS CALUROSOS

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Por Emilio Monzón*
I
Niña de ojos tiernos calurosos, de tu mirada apacible y fresca nacen remansos de cristal de agua clara y sonora donde corre la esperanza. Tu melena obscura y alzada adorna tu rostro blanco, baña tu frente, en tus combatientes pensamientos hay un vaivén, o una melodía de protesta, un canto de amor infinito para nuestra tierra ensangrentada, un grito de libertad, un puño cerrado, una plena convicción del cambio. Hay en tus dulces sueños un mágico azul, límpido y estrellado ó un horizonte en la alameda llena de prados, en un atardecer triste y angustioso donde tu alma embriagada es pájaro enamorado que vuela, llora y canta sobre los territorios liberados por nuestros combatientes símbolo de la revolución Salvadoreña. En ti sobre tus venas corre la sangre de los caídos en la lucha, el dolor de tu pueblo. Nace y resplandece de tu corazón compungido un clamor sagrado, una lucha sin descanso por la comprensión entre los hombres.

II
Amada, mujer de fina piel calida, el destino no junto para robarle al tiempo unos minutos de vida, de lecho y de fuego compartido. De la palabra y el beso se alimentaron nuestras almas, y fuimos dos, amarrados a nuestras convicciones, a un dulce infinito amor a nuestra tierra.

III
Tú y yo en la madrugada en un despertar tranquilo unimos nuestras miradas entreabiertas, y un suspirar, un canto de besos frágilmente quiebra el silencio, y son nuestros cuerpos que sollozan vertiendo la sabia pura de nuestros arrebatos.

IV
Crecí en el tiempo con mi pasado a cuestas, lleve la luz o la esperanza sobre la tierra y el mar, y volé a otros lares a buscar patria ó sol tropical. En mis manos abrigué un jazmín o una rosa para la mujer amada.

V
La hojarasca yace en el suelo de una ciudad fría y lluviosa, mecida por el viento. Las últimas hojas secas del otoño vuelan sin rumbo fijo. En la última tarde junto a su árbol, dijeron adiós a sus raíces y nuestras bocas abrigaron los últimos besos.

VI
Un trémulo palpitar tranquilo poblara nuestra ultima noche, y tu desnuda como una diosa abrirás tus brazos a mi cuerpo, y yo depositare en tu pecho, un beso, una flor o la caricia mas sublime.

Tomado de la revista “El Trompezón”
*Escritor Salvadoreno residente en Maryland, US

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